Pequeña ciudad paga el precio de PFAS en el agua potable

Una base militar contaminó el agua de Newburgh, Nueva York, con PFAS por años. Ahora, un estudio devela los impactos en la salud.

Edificios de ladrillo a lo largo de una calle ancho con montañas al fondo.

Broadway en Newburgh, Nueva York, 11 de junio de 2025. Crédito: Allyse Pulliam

This story is available in English. Esta historia está disponible en inglés.


A 70 millas de la Ciudad de Nueva York (112 kilómetros), a la orilla del majestuoso río Hudson, se encuentra Newburgh, Nueva York. Bordeada de montañas boscosas y vistas extensas del valle Hudson, la ciudad, una vez un centro de producción, está siendo plagada por sitios de desperdicios industriales. Pero hay uno que sobresale por ser particularmente peligroso debido al riesgo continuo que representa para la salud de los humanos.

La Base de la Guardia Nacional Aérea de Stewart, justo por fuera de los límites de la ciudad, se construyó en los años 30. Décadas más tarde, se convirtió en la fuente de químicos PFAS que todavía plagan la cuenca de la ciudad.

Ahora, datos iniciales de un estudio liderado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) respaldan investigaciones que conectan a la exposición a PFAS con colesterol y presión sanguínea altos. Ambas condiciones representan un riesgo importante a la salud del corazón y, según los datos, ambas son prevalentes en los participantes del estudio de Newburgh.

Un impuesto a la salud

Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS, por sus siglas en inglés) se encuentran en todos lados, desde alfombras hasta celulares. Son muy difíciles de descomponer debido a su estructura química de carbono y flúor, que forman uno de los lazos más fuertes en la química orgánica. Ese lazo es lo que los hace tan útiles: son muy resistentes al calor, aceite y agua.

Los PFAS llegaron por primera vez a la vida de las personas en los 50, cuando se usaban en productos populares de marcas como Scotchgard y sartenes de Teflon. Hoy en día hay miles de PFAS diferentes circulando en todo el mundo, escondidos en cosas como pañales, juguetes y contenedores de comida.

Los químicos han estado relacionados con daños en el hígado, enfermedad de tiroides, inmunosupresión, fertilidad reducida y cáncer, entre una letanía de serios problemas de salud. No menos que el 98% de los estadounidenses tiene algún nivel de PFAS en sangre y millones de personas son expuestas a través de agua contaminada.

A huge, heavy gray aircraft sits on a white concrete tarmac with the sun setting in the background.
Un C-17 Globemaster III espera en el asfalto de la Base de la Guardia Nacional Aérea de Stewart en las afueras de Newburgh, Nueva York. La base aérea es la fuente de químicos PFAS que siguen contaminando la cuenca de la ciudad. Crédito: U.S. Air Force, New York Air National Guard, 105th Airlift Wing

Newburgh es una de diez comunidades monitoreadas en el primer estudio nacional que explora los efectos de los PFAS en la salud de las personas. Los datos iniciales examinan la salud de 1.569 residentes expuestos al agua potable.

“Somos una ciudad con mayoría de vecinos negros o marrones. Tenemos 4 millas cuadradas (25 kilómetros cuadrados) y entre 30.000 y 40.000 habitantes”, explica el alcalde de Newburgh, Torrance Harvey. Muchos inmigrantes latinos y de otras nacionalidades ya sufren de enfermedades como la diabetes, cuenta. “Ahora tenemos agua contaminada con PFAS”.

Los residentes escucharon por primera vez sobre la contaminación en 2016. Se rastreó el origen de los químicos a la espuma contra incendios, una espuma acuosa formadora de película, conocida como AFFF, que se usa en la base aérea desde la década del 80. Los químicos se trasladaron de la base a través de arroyos y riachuelos que desaguan en la reserva de agua potable principal de la ciudad.

El agua contenía un cóctel tóxico de químicos PFAS, entre ellos PFOS, o sulfonato de perfluorooctano, encontrado en espumas contra incendios viejas y considerado posiblemente cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Fue este químico el que la doctora epidemióloga Erin Bell y su equipo de la Universidad de Albany midieron en su estudio, y descubrieron que los adultos de Newburgh tenían casi cuatro veces más de PFAS en sangre que el estadounidense promedio.

Y la información nueva refuerza descubrimientos anteriores sobre los riesgos de enfermedades del corazón. “Cuando comparamos a las personas con los niveles más altos de PFOS en sangre con los niveles más bajos, encontramos una asociación con la presión sanguínea alta y otra asociación un poco más débil con el colesterol”, dice Bell, coinvestigadora principal del capítulo de Nueva York del estudio de los CDC.

Inside an empty hangar, white foam gushes down from several spouts long the ceiling, filling the floor with
Un hangar se llena de espuma durante las pruebas de su sistema de supresión de incendios con espuma expandida en la Base de la Fuerza Aérea Travis en California en 2020. El Ejército está reemplazando una espuma acuosa formadora de película, conocida como AFFF, con espumas para incendios más nuevas y menos tóxicas. Pero los investigadores son escépticos de su seguridad. Crédito: U.S. Air Force, Senior Airman Cameron Otte

El equipo también observó leves asociaciones con enfermedad de tiroides y cardiovascular, pero Bell aclara que fueron encontradas además de los biomarcadores de colesterol alto y presión sanguínea alta, ambos contribuidores clave a una mala salud del corazón.

Jennifer Rawlison, nativa de Newburgh, apenas había dado a luz cuando surgió la crisis del agua, y se preocupó mucho más cuando se enteró de lo tóxicos que eran los químicos. “Elegimos quedarnos y vivir aquí”, dice la madre de dos. “Ahí es cuando me pega la culpa”, admite, en relación a la exposición de su familia “por algo tan estúpido como vivir en la ciudad equivocada”.

El estado intervino para pagar por el agua del acueducto Catskill, propiedad de la ciudad de Nueva York, una fuente de agua limpia pero cara que Newburgh ha utilizado desde entonces. Pero nueve años después, la principal reserva de agua de la ciudad sigue contaminada con PFAS y el Ejército aún se encuentra en las fases iniciales de una limpieza total en la base aérea.

Químicos persistentes y dominantes

El estudio más grande hecho hasta ahora sobre los efectos de los PFAS en la salud de las personas es de Parkersburg, Virginia Occidental, donde Dupont arrojó los químicos en el río Ohio, una fuente de agua potable para millones de personas. Parte de la historia se dramatizó en la película de 2019 “Aguas oscuras”.

Se descubrió que los participantes del estudio tenían niveles altos de PFOA, ácido perfluorooctanoico, clasificado como cancerígeno para los humanos por la OMS. En base a los resultados, los investigadores encontraron posibles conexiones entre la exposición a PFOA y la enfermedad de tiroides, preeclampsia, colesterol alto, colitis ulcerosa y cáncer de riñón y testículo. (El estudio de Newburgh excluía los resultados cancerígenos debido al número relativamente bajo de participantes).

Looking across a grass field at a row of attached, multicolor, 3-story apartment buildings.
Liberty Street en Newburgh, Nueva York, 11 de junio de 2025. Crédito: Allyse Pulliam

Los compuestos tienen largas vidas medias (la cantidad de tiempo que le lleva a una sustancia reducirse a la mitad) y sobreviven en el cuerpo humano. “Una vez expuesto, lleva años deshacerse de ellos”, explica el doctor Andrés Cárdenas, epidemiólogo ambientalista de la Universidad de Stanford.

El agua contaminada con PFAS es un tipo de exposición “crónica”, que lleva a la bioacumulación, incluso con concentraciones bajas, aclara Cárdenas. “Bebemos muchísima agua, entonces seguimos acumulando estos químicos, y como sus vidas medias son largas, se nos acopian en el cuerpo”, agrega.

Newburgh cuenta con el peso agregado de la pobreza. Casi un tercio de los residentes viven apenas sobre o debajo de la línea de la pobreza, mientras que en las casas y cañerías más antiguas aún están intentando reducir el plomo. Cuando factores estresantes socioeconómicos como estos se superponen en comunidades contaminadas, pueden actuar en las mismas vías biológicas para exacerbar problemas sanitarios, asegura Cárdenas.

A man in dark pants and a t-shirt stands between rows of massive white tanks, looking up.
El superintendente de la ciudad de Newburgh, Wayne Vradenburgh, observa los filtros de carbono activado en gránulos dentro de la planta de tratamiento de agua de la ciudad. La ciudad ahora tiene como suministro de agua al acueducto de Catskill, pero sigue luchando contra la contaminación de PFAS en su antiguo reservorio de agua potable. Crédito: Shantal Riley

Sin embargo, los PFAS suelen tener vidas medias más cortas en las mujeres por la reproducción. “Mi vida media de PFOA y PFOS puede ser más corta que la de un hombre porque he dado a luz y amamantado”, sugiere Bell, y agrega que los PFAS también se pierden durante la menstruación.

Como con otros tipos de químicos, los niños son particularmente vulnerables, incluso antes de nacer. “Sabemos que los PFAS pueden atravesar la placenta y exponerse a los niños que todavía no han nacido”, dice Bell. También se pueden pasar a los bebés en la leche materna.

Datos recientes de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) observaron que más de un tercio de la población de los EE. UU. está expuesto a PFAS por el agua potable pública. “Los últimos análisis demuestran que más de 165 millones de personas han sido expuestas”, explica la doctora Tasha Stoiber, científica sénior en el Grupo de Trabajo Ambiental (EWG, por sus siglas en inglés). “Lo que hay que llevarse es que la mayoría tenemos PFAS en sangre porque la contaminación está muy extendida”.

Los investigadores no saben con seguridad cuánto tardan los químicos en degradarse en el medio ambiente, aunque los cálculos varían de cientos a miles de años. Han surgido nuevas tecnologías para desintegrarlos, pero la mayoría sigue terminando en vertederos, dice Stoiber. “Los arrojamos en vertederos, pasan al lixiviado del vertedero, el lixiviado pasa al medio ambiente, y no hay mucha diferencia en cuanto a la degradación”, agrega. “Así que están con nosotros durante una cantidad enorme de tiempo”.

Por eso tienen el apodo “químicos eternos”.

“Esto es personal”

Casi una década después de que se diera a conocer la crisis del agua, la Base de la Guardia Nacional Aérea de Stewart continúa lixiviando PFAS en la cuenca de Newburgh, “Ya pasé el estado de enojo a esta altura”, confiesa Harvey. “El gobierno federal ha hecho poco y nada, solo reunirse y hablar”. El alcalde ha señalado su propia presión sanguínea como una posible consecuencia de la contaminación. “Las personas en mi ciudad son víctimas, incluyéndome a mí y mi familia. Por eso, esto es personal.”

Rawlison también quiere respuestas. “Siempre es la misma pregunta”, explica. “¿Cuál es el impacto a largo plazo en la salud de nuestra familia?”

Ha sido una espera larga y dolorosa para aquellos que buscan justicia por la exposición prolongada a PFAS. Mientras tanto, el EWG sigue documentando cientos de sitios contaminados por PFAS del Ejército. En los últimos años, el Ejército reemplazó los AFFF con espumas usando químicos PFAS nuevos. Aunque son menos persistentes, las pruebas sugieren que pueden representar los mismos problemas de salud que los PFAS viejos. “No se quedan en el cuerpo o suelo por tanto tiempo”, aclara Bell, “pero todavía no estamos convencidos de que eso signifique que son más seguros”.

Looking down a sidewalk of a small town with storefronts on the right and cars on the left. One person with a black bag walks away down the sidewalk.
Liberty Street en Newburgh, Nueva York, 11 de junio de 2025. Crédito: Allyse Pulliam

En 2023, la EPA estableció límites para seis PFAS diferentes en el agua potable. Fue la primera ley federal en regular los químicos en los sistemas de agua pública, luego de décadas de contaminación.

Pero bajo un liderazgo nuevo, la agencia anunció en mayo una reducción de las reglas sobre el agua potable para cuatro de los seis PFAS, incluyendo los más nuevos como GenX. Y un plan para limitar los químicos en residuos industriales fue eliminado días después de que asumiera Donald Trump.

Las personas ahora recurren a California, Michigan, Nueva York y otros estados para que refuercen sus propias leyes de agua limpia. “No se trata solo de la limpieza”, dice Rawlison, cuyos niveles de PFAS en sangre han bajado notablemente desde sus primeros exámenes en 2016. “Se trata de asegurar que estaremos protegidos en el futuro”.

Hasta ahora, el estudio muestra un panorama mayor respecto a los impactos de los tipos de PFAS menos estudiados, dice Bell. “Nos ayuda a entender que algunas de las mismas cosas que vemos en PFOA también las vemos en PFOS, y es posible que también en otros tipos de químicos perfluorados”, aclara.

Se espera que los CDC publiquen los resultados de un estudio multicéntrico más grande a fin de año.


Esta historia fue traducida de inglés por Malena Saralegui para Factchequeado.

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About Shantal Riley

Shantal Riley is an award-winning journalist and science writer, focused on environmental health.

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